La gestación de un nuevo lenguaje artístico: abstracción e informalismo español

(Autor: Pedro Barrero)

España es un país con gran tradición pictórica, esta queda refutada desde el Siglo de Oro hasta Goya, creando una terminología e historiografía muy representativa. Es curioso cómo desde el discurso oficial del franquismo de los años 40 y 50, se sigue utilizando para comentarios críticos de obras informalistas la siguiente terminología: mística, color, tenebrismo, luz, austeridad, pasta pictórica…

Hasta la década de los 60, el Régimen vivía al rebufo del Imperio Español de los Austrias y la superioridad moral de la cultura hispánica. Aun así, las relaciones internacionales del gobierno, hicieron posible una apertura de fronteras, algo que no solo se percibió a nivel económico o social, también en el ámbito cultural.

España se incorporó al bloque liberal y capitalista promulgado por los Estados Unidos, quedando ratificado por los Pactos de Madrid de 1953 entre la potencia americana y nuestro país.

Teóricos, gestores y artistas como Eugenio d’Ors, Luis González Robles o José Luis Fernández del Amo, entre otros, fueron clave desde el ámbito institucionalista para hacer posible la renovación del panorama artístico español por la vía abstracta, promoviendo una alternativa a la figuración imperante.

En 1955, llegaron a Madrid las primeras obras informalistas procedentes del extranjero, en un ciclo organizado por la Dirección General de Bellas Artes. España fue incluida en los circuitos expositivos internacionales del arte moderno.

Las actividades llevadas a cabo por el Museo Nacional de Arte Contemporáneo, y la participación en bienales internacionales como la de São Paulo o Venecia, harían que la crítica internacional empezara a fijar su objetivo en la producción artística española. La exposición The New American Painting de 1958, organizada por el MoMA en Madrid, fue la consolidación de las relaciones culturales entre EEUU y España.

En 1960, llegó el culmen con dos exposiciones simultáneas en Nueva York, siendo la total aceptación del informalismo español tanto dentro de nuestras fronteras como fuera, Before Picasso, after Miró en el Guggenheim y New Spanish Painting and Sculpture en el MoMA.

La política de nuestro país se basaba en el nacionalcatolicismo, en este contexto hay que atender a la adaptación de la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de un nuevo contexto que recogió el Concilio Vaticano II. El arte abstracto español, que las instituciones veían como desideologizado y con cierto aliento espiritual, fue aceptado, sin saber muy bien qué pretendían expresar los artistas, por parte de los sectores católicos renovadores del franquismo. Sin un mensaje textual o figurativo era posible evitar la censura.

Atendiendo a esta situación, es importante destacar cómo ya desde los años 40 se va forjando una nueva corriente artística. Esta nueva forma plástica tuvo la influencia indiscutible de Picasso, el vínculo con las vanguardias de Miró y Ferrant, las propuestas surrealistas e improvisación psíquica de Dalí y un gran interés por las formas organicistas de raíz prehistórica y antropológica.

La Guerra Civil marcó la vida de estos jóvenes artistas. Sin dejar de lado el valor estético, rechazaron la figuración y el arte tradicional, entendieron el lienzo como un campo de batalla, y es ahí donde mostraban su descontento por la situación política del país, muy influenciados por la el noventayochismo, la situación que vivieron figuras clave de la Generación del 27 y el existencialismo, marcando así su denuncia desde lo que podría denominarse como un exilio interior.

La renovación plástica de finales de los años 40, desde el ya comentado arte primigenio a la abstracción, se ve marcado por grupos como Los Indalos en Almería, Grupo Pórtico en Zaragoza, Dau al Set en Barcelona, Escuela de Altamira en Santander, artistas del contexto vasco como Oteiza o Chillida y Los Arqueros del Arte Contemporáneo en Gran Canaria, teniendo como pieza clave a Manolo Millares.

También resulta muy significativa en este período la figura de Antoni Tàpies, avanzó desde una renovación surrealista pseudofigurativa a obras donde prima el componente matérico. Tras entrar en contacto con la pintura europea en París, gracias a una beca por parte del Instituto Francés de Barcelona, los materiales pasaron a ser significantes de la obra, aludiendo al factor social y humano de su producción.

Dentro del mencionado ámbito primitivista, La Escuela de Altamira potenciaba el trabajo con piedras, barro, conchas, madera… insinuando figuras humanas, como muestra la obra Tres mujeres de Ferrant, de fuerte componente abstracto y telúrico.

En esta línea, encontramos la producción del ya mencionado Millares, componente de LADAC (Los Arqueros del Arte Contemporáneo). Con gran influencia del arte guanche, oriundo de las Islas Canarias, se encuadra dentro de esta influencia prehistórica, pero es de recibo establecer que con respecto a la Escuela de Altamira, utilizarían unos materiales más “nobles”, hasta que la producción del artista avanzó hacia nuevos campos de expresión potenciado por el uso de la arpillera, haciendo presente el sentido matérico de la obra pero sin dejar de lado la influencia surrealista de Klee y Miró.

También, esta esencia surrealista se encuentra presente en la producción de Antonio Saura, enlace de las vanguardias anteriores a la guerra y muy crítico con la pintura tan falta de contenido social y emocional que proponía el Régimen Franquista. En 1945 se trasladó de Zaragoza a Madrid, donde abrió la Galería Clan, uno de los núcleos de efervescencia cultural de la renovación artística y literaria de la capital. A lo largo de los años 50 su pintura viró hacia el expresionismo y action painting.

Siguiendo con la influencia prehistórica, sobre todo organicista, hay que hacer referencia a la escultura de Chillida. Una producción donde el estudio del volumen será la base, de igual forma, habría que prestar especial atención al uso de materiales y forma de modelar de gran tradición euskera, la forja y el hierro, junto a la experimentación espacial, dotarían su escultura de una concepción espiritual y organicista muy bien casada con el proceso constructivo.

En 1956-1957, hay que destacar a los grupos El Paso, Parpalló y Equipo 57, donde los artistas no solo realizaban obras; elaboraron unas bases de actuación, manifiestos y cooperativismo a nivel teórico y práctico. La principal voluntad de estos grupos fue la renovación artística y crítica de un país, reiterando el sentido ya comentado, rechazo a la imagen y tradicionalismo.

Hay que destacar cómo en El Paso, aparece en el panorama artístico Juana Francés, mereciendo mención especial ya que históricamente la mujer siempre había estado en un segundo plano o directamente obviada en el mundo del arte, y más en un contexto como el español de ese momento. Así es como Francés, junto con a artistas como Millares, Canogar, Saura, Feito; escultores como Pablo Serrano, Martín Chirino o Manuel Viola, incluso arquitectos como Fernández Alba, presentan unas características muy determinadas. Cada uno de estos artistas tuvo un fuerte carácter individual, pero compartiendo la ideología social y comprometida entre la modernidad y la vanguardia más radical que pretendían normalizar.

El Grupo Parpalló se movió dentro de esta misma línea, pero con el cometido de acercar las nuevas corrientes informalistas a Valencia, la idea era hacer llegar el panorama internacional imperante a otros puntos de la geografía.

Equipo 57, y con menor proyección Equipo Córdoba, jugaron un papel fundamental en la renovación plástica española desde París y la ciudad andaluza, no desde el informalismo sino desde la abstracción geométrica. Este grupo estuvo compuesto por Jorge Oteiza, Luis Aguilera, Ángel Duarte, José Duarte, Juan Serrano y Agustín Ibarrola. Al abandonar el grupo Oteiza, se incorporaron al mismo Néstor Basterretxea, Aguilera Amate, Thorkild Hansen y el arquitecto Juan Cuenca.

Tuvo como base el manifiesto donde se teoriza sobre interactividad del espacio plástico en pintura, escultura y diseño industrial. Renunciaron al individualismo, presentando una producción firmada por todo el grupo, dotando así sus obras de una carga social muy destacada e implantando en España el germen sembrado en los años 20 por la Bauhaus.

También hay que destacar la presencia de artistas españoles en Estados Unidos, país al que llegan debido a la Guerra Civil y posterior exilio. Con buena acogida, tuvieron cierta repercusión e importante producción, desprovista durante un tiempo de la cierta tradición imperante en España, ya que el país norteamericano no tenía una tradición pictórica tan destacada, que irremediablemente se proyectará incluso en el arte informalista.

Completamente integrados en el expresionismo abstracto más puro y en la corriente gestual genuinamente americana, José Guerrero y Esteban Vicente elaboraron un diálogo directo con la realidad neoyorquina.

Si Guerrero era la simplificación de formas, enfocándose en masas cromáticas que evidenciaban una pintura muy gestual, Esteban Vicente haría una obra más relajada, un expresionismo más lírico, y rechazó la expresividad desmesurada para presentar una pintura basada también en el color y la forma.

Para entender la renovación plástica española del siglo XX, es fundamental poner el foco en el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca. Fernando Zóbel, pintor abstracto filipino relacionado con la modernidad española, desarrolló un estilo en la línea de los informalistas anteriormente mencionados, pero con una importante influencia de la caligrafía china. Este artista, quiso instaurar un museo en España que albergara su propia obra y la de sus coetáneos.

Así es como en 1961, comienza a gestarse con la ayuda de los también artistas Gustavo Torner y Gerardo Rueda. Este museo, uno de los más destacados de arte contemporáneo de nuestro país, fue inaugurado en 1966 en las las conocidas Casas Colgadas conquenses.

Si bien a mediados del siglo pasado fue fundamental el apoyo y soporte que ofrecieron las galerías a estos artistas o grupos, a día de hoy el mercado de arte en nuestro país sigue sintiendo una especial predilección por la producción de este contexto. La importante presencia que tiene la obra de estos artistas en casas de subastas de nuestro país, queda completada por la exhibición, investigación, representación y venta que llevan a cabo galerías como Leandro Navarro, Galería Mayoral, Galería Guillermo de Osma, Galería Elvira González y Galería Lorenart entre otras. Esto da buena cuenta de la importancia del arte de este contexto y la buena acogida y rentabilidad de estos nombres en el panorama artístico español incluso en la actualidad.

Manolo Millares: Sin título (1961)

Manolo Millares
1926-1972

[Sin título, 1961]
[Firmado]
[81 x 65,6 cm]
[Óleo, arpillera, hilo, latas y cartón sobre lienzo]
[Obra autentificada por Elvireta Escobio]

[Estimación: 135.940 – 203.910 €]
[Precio de martillo: 251.489 €]

  1. BOZAL FERNÁNDEZ, V., Arte del siglo XX en España. Pintura y escultura (1900-1990), Espasa Calpe, Madrid, 1995.
  2. CALVO SERRALLER, F., Enciclopedia del arte español del siglo XX, Vol. 2, Mondadori, Madrid, 1992.
  3. DÍAZ SÁNCHEZ, J. y LLORENTE, Á., La crítica de arte en España (1939-1976), Akal, Madrid, 2004.
  4. QUER, J., Dau al Set. La segona avantguarda catalana. Barcelona, Fundació Lluís Carulla, 2011.
  5. RAMÍREZ, P., Grupo Parpalló, 50, Valencia, 2006.
  6. RODRIGUEZ MARTÍN, J.M., Historia del arte contemporáneo en España y Latinoamérica, 1998.
  7. UREÑA, G., Las vanguardias artísticas en la postguerra española, 1940-1959, Akal, Madrid, 1982.
  8. VARELA, J., “El sueño imperial de Eugenio D’Ors” en Historia y Política, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1999. (pp: 39-82)

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